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Ó7 o % ESE e , EDO u afán por revalorizar entornos únicos llevó a Pedro Ruiz Aragoneses hasta Galicia en el año 2019. Concretamente hasta la ladera oeste del valle del Avia, en Ribeiro. Allí, a escasos metros del monasterio de San Clodio, en una de las zonas vitivinícolas con más histo- ria de la península Ibérica, encontró el director de Alma Carraovejas a sus dos nuevos aliados: Viña Meín y Emi- lio Rojo. Una oportunidad para aunar pasado y presente. Bajo el paraguas de esta marca que reúne diferentes proyectos vitiviní- colas y gastronómicos repartidos por toda España, Ruiz Aragoneses decidió embotellar a la vez las variedades locales de Ribeiro, sus característicos suelos, el minifundismo y la riqueza natural de esta privilegiada tierra de vino. Porque ese es el leitmotiv de Alma Carraovejas: “Crear experien- cias inolvidables alrededor del vino y apostar por proyectos singulares, con el propósito de convertirse en elemen- tos inspiradores para construir un legado único y perdurable”. / descú CLUB DEL GOURMET Ve StCatejngesa/ O Un mosaico de 15 par- celas se embotellan en Viña Meín, un vino que reúne frescura, carácter mineral y alma cítrica. Refleja el singular terruño minifundista del viñedo gallego. La reivindicación riberrista no solo vive de blancos, también de sol- ventes vinos /¿n1os. BENDITOS LOCALISMOS En esta comarca de Ourense, todos los trabajos de la bodega se enca- minan a reflejar la personalidad de Meín: una viticultura consciente y respetuosa y la elaboración de cada variedad con el mimo que requiere. Tanto la treixadura que ha dado nombre al Ribeiro, como la garnacha tintorera, mayoritaria en la zona, y otras variedades consideradas locales, blancas y tintas: godello, torrontés, caíño blanco y longo, brancellao... “Se trata de mostrar de la forma más fiel el carácter del viñedo y del entorno”, concluye Ruiz Aragoneses. e
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