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$1 anal lcázar de San Juan (Ciudad Real), media- dos del siglo XIX. Las hermanas Sánchez acuden al cercano con- vento de las Clarisas a coser y remen- dar. De fondo, un olor dulce y embria- gador inunda las estancias. Las tortas acaban de salir del horno. En confi- dencia, las monjas revelan a Manuela su receta y comienza a elaborarlas en su casa. Más tarde, lo hace su hija Cayetana. Tras ella, su hijo Antonio. Y tras él, Antonio Carrazoni, actual propietario de Las Canteras. CASI LA MANO DE DIOS Más de siglo y medio después, la cuarta generación de este obrador aún produce sus tortas como hacían aque- llas monjas, manteniendo la misma elaboración artesanal. Aquí no hay trampa ni cartón, solo azúcar, harina y huevo, ingredientes básicos y naturales, tal y como se hacía antaño. “Antes, no hace mucho, las tortas eran un dulce reservado para las ocasiones especiales, casi de lujo”, explica Antonio, “pero ahora queremos que todo el mundo pueda disfrutar de ellas manteniendo la misma calidad que las hizo famosas”. Tal es su renombre que las tortas de Alcázar han recorrido medio mundo, Parte del gran se- creto de las tortas de Alcázar de Las Canteras está en el glaseado final, una jugosa mez- cla que hace aún más esponjosas y tiernas cada una de estas maravi- las dulces. Son varios los reyes que han saboreado estas tortas, incluidos Alfonso XIII o el actual monarca, Felipe VI. / descúbrelo > CLUB DEL GOURMET Ve: E£Cole gts, Azúcar, harina y huevo son la base de este biz- cocho de origen conven- tual que desde hace 170 años da fama repostera ala localidad de Alcázar de San Juan. para ser apreciadas por la realeza des- de Alfonso XIII hasta Felipe VI. Las tortas de Las Canteras se hacen donde toda la vida, en el mismo lugar que en 1850, en pleno centro de Alcá- zar. Cada una se baña a mano con azúcar y agua para conseguir el gla- seado perfecto, se hornea sobre piedra en un papel individual y se cuida con mimo hasta su empaquetado. El resul- tado es suave, esponjoso, delicado y lleno de aroma. “Alcázar siempre ha sido zona de canteras. Además, mis antepasados pesaban los ingredientes utilizando cantos en la balanza, por lo que el nombre le vino solo”, recuerda Anto- nio. El resto es secreto de convento. e
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