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PLATO FUERTE 2722877 a playa de Vega se extiende como un tapiz salvaje casi a los pies del restau- rante Gúeyumar. Allí, en un discreto concejo astu- riano de Ribadesella, Abel Álvarez (Gamoneu, 1971) detiene el tiempo y el espacio en la parrilla. Prende magnética la candela, convertida en el motor de combustión de este tenaz hostelero asturiano, que hizo del inconformismo su razón de ser, y cuyo dominio de las brasas es hoy una razón -a añadir- de peregrina- je a la costa asturiana. Sin embargo, más allá del mundo que sorprende desde el salón del restaurante, Álvarez se cuela en las casas de sus comensales con una colección de conservas, siempre brasa mediante, que hablan de fuego, de entender el producto y de cómo elevar la mate- ria prima a un estadio superior. La primera piedra de Giieyumar se coloca en 2007, para no dejar de evolucionar. ¿Le vienen de casa la hostelería o la cocina? No, no... Yo siempre fui hostelero, pero es algo que no viene heredado. Como tampoco lo de cocinero... Lo que hacemos es reinventar [habla en plural, refiriéndose a María Luisa Cajigal, su mujer] aquel primer Gie- yumar, después de haber tenido otros restaurantes. Arrancaron con un perfil de res- taurante de pescado a la plancha. Hoy Giieyumar es una catedral de la parrilla. Hubo una crisis económica muy fuer- te en Asturias en 2010 y 2011, y ahí decidimos que la reconversión tenía que pasar por subir el grado de exce- lencia. Y eso lo daba la parrilla. É É. 36 “Como reto de cocinero, la parrilla me gusta más que cocinar a la plancha”. Sin embargo, no había formación previa como parrillero. No, ni tampoco como cocinero. Pero cuando empecé, en 2007, comprendí que si no dominas la cocina y al día siguiente se te va el cocinero, te quedas con dos palmos de narices. Había que entrar en la cocina, y después, tras visitar muchas parrillas y asadores en el País Vasco, dimos el salto para empezar a hacerlo nosotros eir un poquito más lejos de lo que hacíamos.
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