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AMY ES Arzesanía pura 52 Cuando el otoño lo tiñe todo de queso Desde el monte francés Jura a la mesa. Dos variedades históricas como Mont D'Or y Morbhier garantizan con su elaboración ancestral un extraordinario sabor a bosque. La cena está resuelta. texto BEATRIZ PORTINARI 1 macizo del Jura, a caballo entre Francia y Suiza, es una postal montañosa que ha hecho del queso su seña de identidad. A los extensos pastos de flora diversa y aromática, donde las vacas de raza mont- béliarde o simmental se alimentan en verano, se añaden los bosques de pícea, una conífera cuya madera blanca también influirá en la tradición quesera. El monte Jura es la cuna de dos variedades que nacieron del frío: el Mont d'Or y el Morbier. Ya en el siglo XVIII los ganaderos de la región entregaban la leche de su rebaño a la fruitiére (cooperativa artesana quesera), para elaborar grandes quesos como el Comté. Sin embargo, los duros inviernos llevaban al aislamien- to de las granjas y reducían la producción de leche de sus vacas, así que los ganaderos del Jura comenzaron a
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